PASADO Y PRESENTE
Pedro Alonso Pérez
Ataviada con traje de tehuana, huipil, collares, aretes y
otros productos de etnias originarias, Frida Kahlo llegó por última vez al
Palacio de Bellas Artes. Su cuerpo inerte dentro de un ataúd gris, fue
trasladado a esteemblemático recinto de la cultura para recibir homenaje
fúnebre, eran las 7 de la tarde del 13 de julio de 1954.
Durante esa noche y la mañana siguiente desfilaron ante el
féretro – adornado por grandes rosas rojas –, familiares, amigos artistas,
compañeros de lucha, admiradores y autoridades, dando el último adiós a la
pintora. Las guardias silentes fueron múltiples, destacando en ellas grandes
personalidades. Además de su esposo Diego Rivera, estuvieron el ex presidente
Lázaro Cárdenas, Andrés Iduarte director del Instituto Nacional de Bellas Artes
(INBA), David Alfaro Siqueiros, Juan O´Gorman, Carlos Pellicer, Lola Álvarez
Bravo y otros; desde luego, también varios militantes del Partido Comunista
Mexicano (PCM), el partido de Diego y Frida. Uno de ellos y alumno de la
artista, Arturo García Bustos colocó sobre el ataúd una bandera roja con la hoz
y el martillo, acción que generó polémica en la prensa conservadora y habría de
provocar la renuncia del director del INBA a los pocos días. El anticomunismo
se enseñoreaba en plena guerra fría.
Al mediodía, rumbo al Panteón Civil salió el cortejo fúnebre
encabezado por Diego, Lázaro Cárdenas, Ituarte y el ingeniero Cesar Martino,
entre la expectativa de la gente en la calle que observaba la marcha. Antes de
la cremación, hablaron sobre la virtudes de Frida; Andrés Ituarte, Carlos
Pellicer, Adelina Zendejas y Juan Pablo Haiz. Las cenizas de la pintora fueron
entregadas al muralista Diego Rivera.
Todo lo anterior quedó registrado en la prensa de la Ciudad
de México. Periódicos como Excelsior y El Universal, recogieron información del
deceso, homenaje e incineración. Raquel Tibol en su libo: Frida Kahlo, una vida
abierta agregaría que, saliendo del crematorio, los presentes entonaron La
Internacionalbajo la dirección de Concha Michel. Querida y admirada por quienes
le conocían, especialmente por sus más cercanos y camaradas, Frida solo era
entonces una pintora, la esposa de Diego; pero lejos todavía de ser el icono
que es ahora de la cultura mexicana, sin la fama y popularidad que ostenta en
nuestro tiempo. Su memoria se acrecentó con los añosy cristalizó su figura
universal; no olvidemos que la primera obra de la pintura mexicana adquirida
por el Museo Louvre de Paris, fue “El Marco” cuadro de Frida Kahlo.
Cuatro años después de su muerte, “la casa azul” de Coyoacán
– lugar donde nació y murió nuestrasingular artista – se convirtió en el Museo
Casa de Frida Kahlo. Inaugurado en julio de 1958 por Antonio Carrillo Flores,
entonces secretario de Hacienda, Dolores Olmedo presidenta del Fideicomiso “Diego
Rivera” y el ingeniero Marte R. Gómez, quién pronunció el discurso inaugural.
Con dicho evento y el funcionamiento permanente de este espacio memorial se
aceleró el conocimiento y valoración del legado cultural de Frida.
Recintos privilegiados de la memoria, los museos son parte
del patrimonio cultural, que contribuyen a la investigación, conservación y
difusión de la cultura. Precisamente, para conmemorar el 113 aniversario del
natalicio de la pintora mexicana, los museos “Casa Frida Kahlo” y el “Dolores
Olmedo”, que integra la mayoría de colecciones de Frida, han organizado una
serie de actividades culturales, artísticas y recreativasen sus plataformas
digitales; este julio de 2020 no podría ser de otra manera por la pandemia que
azota al mundo. No obstante, la “Semana de Frida” en realidad se extenderá por
10 días, incluyendo la fecha de su fallecimiento.
Con padre de ascendencia húngara, nacionalizado mexicano y
madre oriunda de Morelia, Michoacán, Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón
nació el 6 de julio de 1907 y murió el 13 de julio de 1954, a la edad de 47
años; su corta, atormentada, pero fructífera vida está íntimamente ligada a la
historia de Diego Rivera y de la izquierda mexicana; y sobre todo a la historia
de nuestra cultura, no solo del arte. El pincel y la palabra de Frida, si bien
pertenecen a México, rebasan las fronteras nacionales. En la faceta del ser
mediado por el lenguaje, su biógrafa Raquel Tibol publicó en varias ediciones,
desde 1999 hasta 2007, un libro titulado Escrituras de Frida Kahlo, donde
recopila cartas y otros interesantes escritos de tan brillante mujer. Marte R.
Gómez, amigo personal de Frida y Diego, y mecenas de ambos, disfrutó también
esa relación humana, afecto, arte (Frida le hizo un retrato en 1944)y escritura
de la reconocida pintora, como narra en Textos inéditos. Diego y sus mujeres.
Por tal conocimiento y autoridad, las palabras pronunciadas sobre ella por el
ingeniero tamaulipeco en 1958, el día de la inauguración del Museo Casa de
Frida Kahlo,continúan resonando en nuestros días para la memoria mexicana:
“Se pintó a si misma más que a nadie y pintó también a
quienes más quiso puesto que, por ejemplo, siempre tuvo a Diego en el
pensamiento. Pero nunca se calcó, así es que en sus retratos fue introduciendo
nuevos elementos y variantes, que hacen de su iconografía un inapreciable
documento autobiográfico.
Así la verán las generaciones, siempre igual, pero siempre
distinta, mostrando en cada caso facetas, reflejos y contrastes, que nos
permiten entender hoy que a pesar de lo mucho que admiramos su arte; que
independientemente del afecto amistoso con que supo ganarnos; jamás acabamos de
conocerla y que se fue sin que apreciáramos la rica, variada, originalísima
gama de matices, tonalidades y sonoridades en que su poliédrica originalidad
rebosaba.”
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