POLVORÍN
José Ángel Solorio Martínez
El siempre bien informado periodista riobravense Abraham González
Soto, maneja en sus informaciones un dato alarmante: el alcalde panista de Río
Bravo, Tamaulipas, desvía recursos para una Fundación que lleva el nombre de su
hijo y que administra su madre Rosalba López.
Preocupante en el sentido político.
Preocupante en el orden partidista.
Preocupante en los meridianos de la Ley.
En la orientación política del evento, implica trastornar un proceso
electoral –primero al interior del PAN, luego al exterior en el proceso
eleccionario constitucional- que viene con muchas aristas y que no necesita
adicionársele más fricciones. La incorporación del alcalde Carlos Ulibarri en
el proceso desde tan temprana etapa, es pernicioso no sólo para la vida interna
del panismo riobravense, es también un chorro de pus para la lucha electoral
que debiera de ser libre y democrática en esa comarca.
El involucramiento de cualquier autoridad –que no sea la electoral-,
es a todas luces pecaminosa e ilegal. Ulibarri, está en un tris –de seguir con
esa actitud intervencionista- de convertirse en un actor en riesgo.
El alcalde riobravense, no ha entendido que estamos en un proceso de
renovación de régimen a nivel federal. Y que muchas de las acciones que antes
eran hasta admiradas, ahora serán sancionadas con dureza.
En los asuntos partidistas Ulibarri juega con fuego. Sus manos en el
proceso del PAN, no son saludables. Entregar dinero público a pasto a su madre
para iniciar, evidentemente, su campaña al interior del PAN por la diputación
local mete inequidad a la postulación panista.
Deja fuera de la contienda a cuadros tan saludables y poderosos como
Roxana Gómez, Raúl García Vivian y a Juan González, entre otros. Y eso, pone en
riesgo el triunfo panista en el distrito local con cabecera en Río Bravo.
En los resquicios de la Ley, Ulibarri le rasca los bajos al demonio.
Si se empeña en sacar a chaleco a su madre de candidata, la administración
estatal y los actores panistas locales lo pueden arrinconar para enfrentar
escenarios oscuros.
(En paisajes sociopolíticos complejos, ciertos actores son usados de
válvulas de escape. Es decir: son enviados a la piedra de los sacrificios para
mostrar respeto al Tlatoani).
Ulibarri es un político ingenuo. Un pequeño engendro social, esculpido
por los nebulosos escenarios locales y estatales. No sabe nadar entre
tiburones.
Y ese, puede ser su más grande y fatal error.
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